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5/11/12

Jaime


Leyendo el domingo el Diario local “EL SEGRE” de fecha 28 de Octubre 2012, encontré en su interior, y en  las páginas 48 y 49, una noticia que titulaba, las “VACACIONES DEL MIEDO. “Los centros de prevención de enfermedades, infundían terror a los niños que iban”  escrita por E. Farnell, de la Localidad Leridana de Balaguer, y además el relato de un Savinoso, que estuvo en el año 1959 en el preventorio y que su estancia él la califica como Estancia traumáticamanifestando que el centro era un correccional, y que el Mar lo vio  de lejos, que tenían que jugar sentados y  de cuclillas y de que si corrían eran castigados, duchas de agua fría y salada, comida desastrosa, falta de agua para beber. Y que con otros compañeros planearon una fuga en tren que no llego a efectuarse, y que el castigo fue limpiar los servicios a mano y de rodillas. En definitiva una narración escalofriante. Que me ha llevado a escribir mi versión de mis estancias en los años 1956 y 1957 (a la edad de 6 y 7 años) en los meses Junio, Julio y Agosto de los mencionados años.
Recuerdo que los viajes los realizábamos en ferrocarril, y que el viaje se hacia larguísimo, partíamos a primero hora de la mañana y duraba una cinco horas para recorrer un centenar de kilómetros, con paradas en todas las estaciones que había en el recorrido y, llegados  a  la de Tarragona, nos recogía en la estación un empleado de la “Savinosa” y nos transportaba al Centro en una furgoneta tipo ranchera preparada para el transporte de viajeros, llegados al mismo éramos recibidos por el Director del Preventorio (un Sr. que me parecía muy alto y con un poblado bigote, creo recordar y el color de pelo claro algo rubio) y por las cuidadoras, delante del pabellón de planta baja, en el que más adelante, cuando hacia mal tiempo nos recogíamos y en el cual jugamos. Yo aprendí los movimientos del Ajedrez, también  pude asistir a alguna sesión de cine, (recuerdo vagamente la de un Chino con largos Bigotes era una película de Mandarines), y  cuando llegábamos y nos trasladaban a los pabellones éramos recibidos por los “veteranos, con los típicos cantos de Novatos del Pre.” Eso fue el primer año, al segundo ya les respondí  marchando al pabellón con el típico Vete puro Nova”. Los dos años fui instalado en el Pabellón Central, (viendo el pabellón de frente),  en la primera planta y en el ala de la izquierdaGrupo 3-B y como educadora la Srta. Katy, de la que guardo un muy grato recuerdo. Tras la instalación  y la correspondiente entrega de la ropa, comenzaron las actividades rutinarias de todos los días, paseos por los alrededores, juegos (tabas, con la cuerda haciendo figuras con las dos manos, pasando al compañero, ajedrez, baños en la playa. Yo diría a diario, ver algún partido de futbol, en el Campo del Preventorio, y también tengo el recuerdo que  nos llevaron al Campo de Futbol del Gimnástico de Tarragona en el mes de Septiembre a ver un partido de Futbol, y me vaga por la memoria que también nos llevaron a ver una corrida de Toros (en esto  tengo dudas). Con respecto a la comida, sí recuerdo que la encontraba diferente a la que daban  en casa (más adelante, pasados varios años comprobé que era igual que la del Servicio Militar)  y que no nos estaba permitido dejar nada en el plato, también recuerdo los famosos  vasos de aluminio que dejaban mucho que desear, pero la higiene en los comedores era, para mí, creo que correcta, y si estabas enfermo tenían una enfermería en la cual estuve ingresado un par o tres de días.
Recibí la visita de mi padre una vez cada año, que aprovechaba alguna oportunidad del algún viaje para visitarme.
En definitiva, mis estancias no fueron traumáticas, si no más bien una vacaciones en compañía de otros niños. Eso sí, a esa edad costaba al principio un poco por la añoranza de la familia, pero que fueron suplidos por los cuidados de mi estimada Srta. Katy. 
Os ajunto una fotografía que conservo, con alguno de mis compañeros del año 1956, tengo alguna más pero nunca se me había pasado por la mente que tendría que usarlas, pero las buscaré y las enviaré.
Por motivos laborales he pasado infinidad de veces por delante de las instalaciones y, una vez que intente adentrarme, no fui capaz de hacerlo al ver el estado de deterioro en que se encuentra, prefiriendo recordarlo como lo tenía en mi mente.
Recibid un fuerte abrazo de un Savinoso.

30/10/12

sabinoso- Rafael G.



¡Hola a todos compañeros!

Me llamo Rafael G., tengo56 años y también pasé lo mío en la Sabinosa en el verano de 1966, cuando tenía 10 años. Multitud de recuerdos me han venido a la memoria al empezar a leer vuestras historias, tan parecidas y, lamentablemente, tengo que decir que no son nada agradables. 
Recuerdo que estaba en el pabellón núm. 9 y que contaba todos y cada uno de los días que me quedaban por pasar allí, antes de volver a casa.
No voy a contar nada diferente de lo que ya habéis contado: insultos, palizas, ver el mar y casi ni acercarte… Pero sobre todo recuerdo dos cosas, la paliza que me dio una tal señorita Paula con una zapatilla por moverme una tarde durante la siesta y, como me deshacía cuando podía de la espantosa comida, volcándola en el plato del pobre chico que se sentaba a mi lado en el comedor.
Muchos años después de que pasara todo aquello, pasé unos días de veraneo cerca de Tarragona y no quise quedarme sin saber si, todavía, seguía estando en pie el Centro,” bates”, del que tantas veces había hablado a mi mujer y mis hijas en tono humorístico, recordando el aspecto lúgubre del  motel de la película Psicosis, y les llevé a conocerlo. Lo encontramos por supuesto cerrado y casi abandonado pero, me trajo muchísimos recuerdos de todo lo vivido siendo un chiquillo.
En fin, me alegra compartir mi trocito de historia con vosotros y espero, al menos por lo que a mi me tocó vivir, que todos los que participaron en crear aquel infierno lo hayan pagado de alguna manera en la vida.
Os envío una foto de los compañeros de módulo, yo soy el que sale al lado de la señorita, creo recordar que la llamábamos “Jori” y, no la recuerdo como una de las peores.
Aprovecho la ocasión para felicitar a Scila por el blog y, os envío un afectuoso saludo a todos los sabinosos.
Rafa G.

28/10/12

Carabanchel - Francisco G.




Hola Scila,
Mi nombre es Francisco y estuve con mi hermano en La Sabinosa de abril a junio de 1962. Viviamos en Carabanchel bajo y fuimos por mediación del director del colegio San Francisco Javier (Don Julio).
Tenia 9 años y mi hermano 7. Allí hice la comunión (te envio un recordatorio), y ese dia nos dieron una comida especial a los niños que hicimos la comunión.
He visto la fotografía de Joaquin y estamos mi hermano y yo en ella, somos el primero y segundo de la primera fila empezando por la izquierda que estamos sentados.
Me hizo mucha ilusión el ver la fotografía ya que no tenia ninguna de mi estancia en La Sabinosa. He leido todos los comentarios de los compañeros y me han venido muchos recuerdos a la memoria. Recuerdo que todos los dias ibamos a rezar el Rosario a la Capilla y teniamos que decirlo en Latín. También como comentan los demás me acuerdo del "serrin", en general toda la comida era una porqueria. Por eso cuando nos llevaban de paseo comia las algarrobas que iba encontrando por el camino. Aparte de esto no recuerdo claramente que la estancia fuera tan traumática como cuentan algunos compañeros.
Creo recordar que el pabellón donde estábamos era el 1ºB y la señorita que nos cuidaba se llamaba Matilde. El director del Preventorio iba siempre con un perro lobo y en la mano llevaba un gran manojo de llaves. Nos llevaban a la playa para jugar haciendo barcas y figuras con la arena pero no nos dejaban bañarnos. Poco antes de regresar para Madrid nos llevaron a Tarragona a comprar regalos para la familia.
También te envio la ficha de las vacunas, recuerdo que nos pusieron muchas y eran muy dolorosas.
Si encuentro algún documento más te lo enviaré. Seguiré leyendo todos los comentarios de lo sabinosos.
Un Saludo.

26/10/12

Otro "niño" sabinoso- Rafael S.



Mi nombre es Rafael S., soy de Madrid y vivo en el barrio de Hortaleza, tengo actualmente 60 años y estuve en el preventorio tres meses de verano en el año 1960 (donde hice la comunión obligatoriamente por tener 8 años, sin nadie de mi familia lógicamente) y posteriormente en 1962. Me consta que fueron esos años porque soy muy futbolero y recibia el MARCA que me enviaba mi padre (ante la extrañeza de las censuradoras) y se jugaba el Mundial de Chile en 1962.
La curiosidad ha hecho que mi memoria se reactivara y que volvieran a mi recuerdo el 90% de las cosas que cuentan en el blog otros niños de entonces: el punto de salida de Andrés Mellado camino de la estación del Norte, el trayecto en en el tren tumbados debajo de los asientos 12 horas sin poderte mover (algún pescozón de alguna señorita cuidadora me llevé por asomar la cabeza), la imagen de recibimiento de otros niños veteranos con la estrofa de "novatos del pre, novatos del pre" o "10 dias pá la via" y la canción de "con los macutos del patronato..." cuando nos quedaba poco para volver, la sopa de serrin, los vómitos, el medio vaso de latón renegrido de agua potable para comer y otro tanto para cenar, el ir a la playa a bañarnos medio desfilando, la censura de las cartas enviadas y recibidas, la obligatoriedad diaria de 3 horas de siesta en una misma posición sin moverte, la letania diaria, el juego de las tabas y para final las vacunas de todo tipo: lenteja, cruz del patronato, rayita..., en fin una serie de disciplina muy particular y por supuesto acorde con la época en la que sucedió.

A través de los medios hemos visto en un sentido u otro diversas opiniones y pareceres de niños que estuvimos allí. Yo personalmente no puedo decir que me haya quedado traumatizado, pero el ánalisis que hago es que de pequeños somos como esponjas que todo lo absorbemos porque si no hubiera sido así yo no habría vuelto, aún entendiendo que debemos dar gracias a nuestros padres por hacer que sus hijos "disfrutaran de vacaciones en el mar", al mismo tiempo que digo que las vivencias de cada uno no son iguales en el tiempo para los demás ya que aquellos malditos pabellones estuvieron abiertos desde mediados de los años 40 hasta rebasados los años 70, lo cual nos debe llevar a pensar que efectivamente hubiera niños que lo pasaran bién.

Lamento no poder aportar fotos, pero curiosamente hay un sabinoso llamado Fernando R. que aporta una foto de grupo de la cual mi mente reconoce 3 caras al menos, lo que me lleva a una confusión de años ya que dice tener 54 años y haber estado ene los año 65-66, dato que evidentemente no concuerda con mi estancia allí.

No quiero extenderme más y aunque el dicho dice que el estar recordando cosas es de mayores, me gustaria intercambiar esas vivencias con quién lo desee.

23/10/12

scila-lasabinosa. Jesús S.

Hola sabinosos:

Muchísimas gracias  Scila por éste blog.
Mi nombre es Jesús, soy de Madrid, y actualmente tengo 52 años. Llevaba unos días que no sé por qué motivo ni razón venían a mi mente pasajes de mi infancia, vestigios de una etapa de mi vida en la que francamente lo pasé muy mal. Así que decidí gracias a éste bendito medio llamado internet, buscar a ver si por casualidad era capaz de encontrar a  alguien que al igual que yo y muchos otros niños de esa época, contasen su experiencia en ese desagradable e infame lugar. Nunca pensé que lo lograría, verdaderamente ha sido una grata sorpresa.
Mi hermano Carlos y yo, junto con otros niños vecinos nuestros, fuimos también parte de aquellos inocentes chiquillos, que tuvimos la desgracia de estar allí durante los últimos meses del año 1966 y principios del 67, por lo tanto pasamos las navidades e incluso Reyes apartados de nuestra familia.
No solamente estuvimos nosotros, también tengo una hermana, Pili, la mayor de nosotros, ella estuvo en el preventorio de Guadarrama y  también lo pasó muy mal, pero esa historia es ella quien tendría que contarla.
Dios…que recuerdos tengo, a pesar de que otros muchos  ya se han borrado de mi mente. He de deciros, que he visto con asombro que salgo en una fotografía,… concretamente en la que aporta Fernando de Tarragona, el niño que hay en mitad de la escalera, el 3º a la izquierda, soy yo, y mi hermano Carlos está dos cabezas por encima de mí, justo el que mira  hacia abajo de la barandilla. Yo acababa de cumplir 7 años y mi hermano 9.  Una de las señoritas con la que estábamos era precisamente la de la fotografía, la Srta. Emilia, todo un bicho, de armas tomar.
Nunca supe a ciencia cierta porqué nos enviaron a ese infierno. Con el transcurso de los años cada vez que  le preguntaba a mi madre,  ella guardaba silencio y yo notaba como se le inundaban los ojos de lágrimas, como si se sintiese culpable por todo lo que allí padecimos.
Recuerdo que antes de partir, nos pusieron unas vacunas bastante dolorosas en la que nos hacían un pequeño corte. Unos días más tarde salimos de la estación de Atocha, hacía un día grisáceo y desapacible, mis padres nos habían preparado un macuto a cada uno, en el que llevábamos tebeos, galletas, chocolate y otros alimentos, también llevábamos ropa interior en la que mi madre cuidadosamente había cosido las iniciales de nuestros  nombres y apellidos. Creo recordar que fue una norma que pusieron.
Cuando el tren se puso en marcha, mi hermano y yo nos asomamos por las ventanillas para despedirnos de nuestros padres, mi madre abrazando a mi padre lloraba. Nada más subir nos dieron unas mantas las cuales ya sabéis para que eran, porque ya lo  han comentado otros compañeros. El viaje fue largo y pesado, cuando al fin llegamos después de muchas horas nos recibieron un hombre y unas señoritas vestidas con uniforme capa y cofia, llevaban un silbato de metal colgado al cuello y algunas un manojo de llaves. Nos distribuyeron en grupos, nos hicieron formar en doble fila como si fuésemos militares, y después de unas instrucciones y al toque de silbato debíamos ponernos en marcha y fuimos trasladados a unos pabellones. Seguidamente nos asignaron una  cama en la que a los pies había un  pequeño baúl para meter nuestras pertenencias.
No recuerdo bien si fue el mismo día o al siguiente, cuando  nos dieron ropa que consistía en unos pantalones, un niqui,  una  chaquetilla a cuadritos marrones y blancos y un abrigo que casi arrastrábamos y por los que no se nos veían las manos, ya que nos colgaban las mangas de lo grandes que nos estaban. En esos meses de invierno hacía un frío terrible y los pabellones a decir verdad, no recuerdo con exactitud si tenían  calefacción, pero si la tenían debían de estar al mínimo porque pasábamos mucho frío.   
Cada vez que íbamos a comer, merendar o cenar, siempre nos formaban en fila de a dos.
Las comidas eran un suplicio, francamente asquerosas, lo único que se salvaba era la tortilla de patatas cuando nos la daban, porque esto ocurría  en contadas ocasiones, y la merienda sobre todo,  porque de vez en cuando recibíamos paquetes de nuestros padres, que no siempre nos llegaban, puesto que circunstancialmente se  quedaban en el camino igual que las cartas que enviábamos.
Alguna que otra vez nos llevaban a la playa, pero solamente a jugar o pasear, era lógico pues estábamos en invierno. Pasábamos por unos sitios dónde había muchos algarrobos, y recuerdo cómo cogíamos las algarrobas para comérnoslas, por cierto a mí me encantaban.
Jamás olvidaré  las noches tan desagradables que pasé, recuerdo como silbaba el viento y cómo las ramas de los árboles golpeaban las ventanas con tanta fuerza, que hacían que muchas veces éstas se abrieran de par en par, aquello era como una película de terror,  cada vez que tenía la necesidad de ir al lavabo era una tortura, ya que estaba prohibido levantarse de la cama y si te veían pobre de ti… llegué incluso a orinarme encima alguna vez,  lo que conllevó al  maltrato psíquico y físico, pues  te humillaban delante de todos los niños.  Por cualquier tontería recuerdo como nos  pegaban con una tablilla de madera en la punta de los dedos, y con los manojos de las llaves nos golpeaban en la cabeza. La siesta era obligatoria y por supuesto nada de levantarse si no querías que te volviesen a atizar. La “cuidadora” se sentaba en un butacón en la entrada del pabellón y desde allí vigilaba cualquier movimiento sospechoso que hubiese en alguna cama. Si no recuerdo mal, sobre  las 5 de la tarde era  la hora de la merienda y después íbamos a otro pabellón en el que nos dejaban ver un rato la televisión.
Cuando tocaba ir a las duchas nos enviaban a todos juntos  y con un estropajo de esparto debíamos frotarnos bien… el agua no estaba precisamente caliente.
Tengo que decir que entre nosotros mismos había muchas disputas, recuerdo a un niño mayor que yo de Logroño, con el que casi todos los días yo me pegaba con él porque nos  quitaba nuestras cosas del baúl.  Al final siempre tenía que acudir mi hermano Carlos a defenderme.
Después de dos meses y medio allí, vinieron a visitarnos en una ocasión mis padres. Fuimos a unas ruinas romanas (Un anfiteatro). Mi padre cuando nos vio aparecer con la pinta que llevábamos le dijo a mi madre “Yo me llevo a los niños de aquí”, pero tuvimos que esperar 15 días más hasta que por fin cumplimos los tres meses de rigor. Este ha sido mi relato, si recordase alguna otra cosa, volvería a entrar a contároslo.
Un fuerte abrazo a todos.
Muchas gracias Scila.